26 junio 2011

Rohlik


A Rohlik no le gusta estar solo.
Cada vez que llego a casa maúlla delante de la puerta, parece como si te estuviera pidiendo explicaciones de dónde has estado, de qué has hecho o de por qué has llegado tan tarde, y luego se pasea entre la estantería de libros y el sofá rojo del salón murmurando en voz alta y moviendo el cuello de un lado hacia otro, parece como si estuviera dándote la charla, o explicándote las cosas que ha hecho esa tarde o ese día entero, sin ti, cuando lo has dejado solo. Pero también sabe que luego lo agarro con las dos manos enteras, después de haber soltado las zapatillas en la entrada, y me lo subo a la cara como si fuera montado en una noria y acerco su frente a mi boca y le doy besitos, pequeños y muy sonoros donde le repito una y otra vez "Rohlicek, Rohlicek..." (que es como un diminutivo muy cariñoso de su nombre en checo, en checo), para pedirle perdón (a mi manera, que siempre han sido muy poco apropiadas o muy inapropiadas) por haberlo dejado solo, porque a mi tampoco me gusta estar solo cuando no lo elijo, y digo yo, que viviendo en un apartamento que se vuelve su único mundo.... las opciones se vuelven pocas.
No se puede elegir mucho
Cuando me siento en el ordenador se sienta en mi regazo, se acurruca y fuerza que mis dos piernas se unan para formar una pequeña camita, ahí se queda tranquilo, de todas las opciones que tiene en su mundo, opta por esta, la de estar cerca, esta vez si lo elige, ya no puedo hablar de si lo medita o no, de si es egoísta, como se supone que son todos los pensamientos de los gatos, pero lo elige así y me fuerza en silencio a formar su camita. Ya no me siento relajado por una parte en el ordenador, haciendo el esfuerzo de tener continuamente unidas las piernas, pero si me hace sentir bien que él esté ahí tranquilo, como recibiendo el premio o el premio de consolación, por haber estado fuera, por haberlo dejado solo. Ya eso me vale.
Dicen que los gatos no perciben la mitad de las cosas, que son seres independientes y que les da igual que la comida se la des tú o se la dé el vecino, a mi este tipo de cosas me daban siempre un poco igual también, nunca me gustaron los gatos, ni siquiera me parecían mínimante encantadores, y creo que un poco sigue siendo así, pero me gusta Rohlik, me gusta porque le puse el nombre que me gusta, me gusta porque se acerca a mi, porque quiere estar conmigo, porque espera a que me tumbe en el sofá para ponerse a mi lado, porque se pasa todo el día hablando y contando cosas que no entiendo, pero que me hacen gracia y me sacan de quicio al mismo tiempo.
Y si todas estas cosas no son egoístas, mejor nos quedamos con otras características de los gatos.