09 abril 2011

y con mucha redundancia

“No era más que un zorro semejante a cien mil otros. Pero yo le hice mi amigo y ahora es único en el mundo.” El Principito.





¿No te ha pasado nunca....?, ¿no te ha pasado nunca que estás como perdido, que no sabes muy bien dónde te encuentras?, es como si estuvieras en un cruce y tuvieras que elegir entre varios caminos, no se puede volver atrás, pero no sabes ni a dónde vas, o como cuando coges el tranvía para ir al centro-centro porque quieres comprar algo, pero lo que quieres es despejarte.... pero no sabes dónde ir.

Entonces recurres a los sitios en los que, por lo general, te encuentras bien, das un paseo por esa plaza que hay cerca del cine, o te vas a la orilla del río para ver tu puente favorito, como pensando que ir allí hace rendir homenaje a algo que es "favorito", pero no es lo que necesitas. Luego coges el móvil y te encuentras con una agenda donde poder "encontrarte" en este momento "perdido", pero el pulgar hace bajar nombres y ya se confunden unos con otros, como si todos fueran el mismo, como si todos, por algún tipo de fallo tecnológico, se mezclaran entre ellos. Y decides seguir paseando, no coges todavía ninguno de los caminos del cruce, solo das vueltas al rededor de sus entradas, como Rohlik cuando merodea las plantas, pensando si esa vez lo regañarán otra vez por arrancar las hojas.
Pero no quieres arrancar nada, quieres estar en otro lugar, en uno dónde no haya ningún camino, no haya que tomar ninguna decisión, un camino lo suficientemente abierto a la vista que se pueda vislumbrar qué hay, qué puedo encontrar, qué puedo necesitar.... pero de los caminos solo se ve la entrada, no tienen color, no huelen a nada particular, ni siquiera puedes distinguir sus partes, si están hechos de asfalto, de tierra o de piedras de la playa. Son iguales, y no.
Pues a mi me pasa, me pasa muchas veces. Entonces, si voy por la calle, me engancho el ipod que me regalaste y la música contamina todo, crea una capa en mis lóbulos (sean los que sean, ahora no me acuerdo) que empañan la memoria y la capacidad de razocinio, como hacen los esquizofrénicos para que se vayan las voces, y abren grifos o canturrean... generan ruidos, y las voces se van. Pero si estoy en casa, enciendo el disco duro que me regalaste también (para almacenar todas esas cosas que te hubiera gustado que almacenara) y me pongo alguna película, una facilona, o me engancho a alguna serie en la que los conozco a todos, que ya son como de la familia, y me dedico a contemplar sus problemas, sus conflictos, sus necesidades,.... como los padres que no oyen pero ven, como el vecino que sabe que se están cargando a alguien y solo mira por la mirilla: con cobardía y con mucha redundancia. Con toda la redundancia posible.

Lo que más odio, de las cosas que más odio, son muchas cosas de mi mismo, es verdad (y también tengo que admitirlo) que hay algunas bonitas y que crean cosas del mismo modo, de las que odio son las que me afectan, que me afectan las cosas, me afecta la gente, la miradas ingratas sin acuse de recibo, los desplantes gratuitos, la ignorancia de los que se creen más listos, el odio de los que no saben hacer otra cosa y creen que saben hacer de todo, las lecciones de maestros que creen que aprendes así -a palo seco-, la soberbia (que tiene dos "b"s) y aunque tuviera una, me seguiría jodiendo lo mismo.

No creo que sea tan difícil ser una medio-buena persona, yo no digo que lo sea o no lo sea.... que lo intento, pues si... pero con este post no justifico mi personalidad o mi forma de comportarme con los demás, al contrario, abogo por una forma que me gusta, luego cada uno tendrá su opinión sobre mi, una que habrá cosechado con detalles míos, desde mis camisetas hasta mi forma de quejarme del mundo, algunos o algunas se sentirán agradecidos, otros quizás aplomados o incluso ahogados con tanto de "yo", pero solo puedo decir que intento ser fiel a las cosas que pienso, a no dar lecciones de vida, que a mi me han dado muchas y apenas ninguna se ha quedado a vivir en mi memoria, si pasó por mi ira o por mis ganas de pasar de esa persona.

Y aquí sigo, mirando los dos caminos, esperando a que se derrumbe algo para poder ver qué hay al otro lado, porque me da miedo tomar una decisión y equivocarme. Cobarde... y con mucha redundancia.