19 marzo 2010

Su cepillo de dientes nuevo

Capítulo 19 de "Seguro que tú también lo harías..."

Hace ya unos años hice un cortometraje: "Seguro que tú también lo harías...", mi primer corto y un sueño que acarreaba desde pequeño, pero también fue un proyecto que no salió cómo a mí me hubiera gustado que hubiera salido, aunque eso no es muy dificil porque soy fatídico con las cosas que "creo". Soñar a veces hace que las realidades se queden vacías.
Pues bien, este corto era parte de una idea sobre un personaje, en este caso el personaje que interpretaba Chuli Lorenzo (y que lo hizo genial) sobre una chica que le daba la vuelta a todo para no sentirse mal por algo que había hecho: mirarle el culo a un tío delante de su novio. Ahora he vuelto a retomar el personaje pero en boca y cuerpo de un hombre, intentando hacer una serie de capítulillos sobre sus ideas y su relación con otro (el personaje que hizo Óscar Megías), el novio. ¿Por qué lo cambio a una pareja homosexual?, pues ¿por qué no?, no hay otra razón.
La idea de "Seguro que tú también lo harías..." viene de un personaje paranoico pero inofensivo, al que muchas veces le da más importancia a las cosas que piensa que a la pura realidad, la idea es también reflejar todos sus pensamientos, aunque la mayoría acaban siendo absurdos, siguen perteneciendo a la absurdez de las cosas que se nos pasan muchas veces por la cabeza.
Éste capítulo es un capitulo avanzado, no es el primero, y tampoco está terminado ni creo que funciona del todo bien, al menos como a mi me gustaría... pero tenía ganas de ver algo reflejado de este personaje (que aún no tiene nombre tampoco). Así que aquí va parte del capítulo 19.
Atención, cualquier parecido con la realidad, no tiene nada que ver... :)


19

Llegué a casa y todo empezó a cuadrar. Él estaba sentado en el sofá, siempre dice que llega cansado con un "estoy muerto", como si el trabajo que tiene fuera salvar el mundo cada día y solo tiene que dar clase a unos niños que seguro que la mitad ni le escuchan o le odian o las dos cosas al mismo tiempo, porque hay mucha maldad a esa edad. Pero a lo que iba. Estaba tumbado como el que no quiere la cosa, haciéndose el interesante porque se le da muy bien, por supuesto, con desgana sostenía el mando a distancia de la televisión, no se si es que le pesaba o simplemente lo dejaba balancear para ver si se cambiaban solos los canales. No se cambiaban. Y entonces va y suelta, “me voy a lavar los dientes”. En ese momento me quedé gélido. “¿Se va a lavar los dientes?”
Y aquí es donde empieza todo. Resulta que ahora le ha dado por lavarse los dientes, termina de comer y como si fuera el postre, se va al baño y se lava los dientes. Al principio solo me parecía algo extraño, pero dos días después empiezo a sospechar, y a mi lo de sospechar como que se me da muy bien, yo tenía que haber sido detective o algo por el estilo, o espía, si, mejor espía, como la de la serie esta de la niña esta, ¡qué mona ella siempre!, "Alias", si, así se llamaba, ella siempre iba de aquí para allá, que si espiando esto o espiando lo otro, con unos trajes que le quedaban de bien, y que si con su peluca complementaria, que si iba de rojo, pues se fundaba una peluca pelirroja y le quedaba tan bien, no era espía, era un modelo de Versace con pistolas y que sabía karate y eso si, daba unos puñetazos. Pues eso, a lo que iba, que empiezo yo a sospechar lo extraño de su conducta, porque aseguro que era extraña.

Un día se me da por ir la baño a lavarme los dientes, porque, claro está , yo si que me lavo los dientes todos los días, después de cada comida y tal, porque en mi es totalmente normal, que para eso me han enseñado a mi, mi madre siempre dale que dale con el cepillo, que si se me van a caer y demás, de ahí saqué el tic este que tengo de meterme de vez en cuando la mano en la boca para ver si se mueven, al principio los toco con el dedo corazón, suavemente, no es que me de paranoia de que se caigan, bueno, si me da, ¿y a quién no?. Pues en el baño estaba su cepillo al lado del mío, los dos los compramos al mismo tiempo, de esos packs que venden para que los solteros se depriman pensando qué van a hacer con el otro, o peor, para que las parejas tengan que decidir qué color se queda cada uno, "¿con cuál te quieres quedar cari?", ¡oh! odio la palabra "cari", deberían prohibirla o quitarla del diccionario, ¿estará en el diccionario?. Bueno, pues dos cepillos. El mío es azul. Es mi color. Nunca pasa de moda. Como yo. El del idiota este de mi novio es rojo, se ve que le encanta el rojo por las trecientas veces que lo ha dicho, y no se quita las dos sílabas de la boca para todo, que si hay que elegir algo “Pues rojo”, es como si no existiera ningún color más en la tierra, tonto yo que pregunto, vamos que si se pudiera cambiar los ojos, se los cambiaría a rojos... ¡uy qué raro!, ahora que lo pienso, ¡como en las fotos!. A lo que iba, ¡su cepillo estaba más gastado que el mío!, ¿qué cómo lo sabía?, pues muy fácil, los comparé los dos frente al espejo y uno tenía las cerdas más movidas a los lados que el otro, ¿y qué cual era ese?, pues el ROJO, el color del mentecato este con el que vivo ya años. Que si fuera por él ya tendríamos las paredes de la casa pintadas en rojo, así en plan prostíbulo y eso sin quitar el dolor de cabeza que tiene que dar.

El martes fue el colmo, ya está del todo claro. Viene a casa con una bolsa, saca un paquete y se lo pone detrás de la espalda y me dice “¿a qué no sabes qué me he comprado?”, yo automáticamente pienso o más bien me viene a la cabeza “¿un frasco de pastillas para madurar?”, pero le digo “¿qué te has comprado, anda?” como si me interesara, aunque yo no sabía que me interesaría tantísimo: saca la caja de la espalda y dice “¡¡un cepillo eléctrico!!”. “¿Y para qué coño quieres tú eso?”, me salió del alma, no lo tenía pensado. “Pues para lavarme los dientes...” me dijo haciéndose, seguramente, el tonto, porque no se si se le da jodidamente bien o es que es así. “¿Y no tienes bastante con el que tienes que te tienes que comprar otro?” le digo levantándome del sofá, que casi se me cae el cigarrillo en el sofá y salimos todos ardiendo por sus tonterías, y va y me dice “¿y a ti qué más te da?”, ¡ay, dios santo!, ya lo he dicho y lo vuelvo a repetir, no hay cosa en el mundo que me de más rabia que me digan “¿y a ti qué más te da?”, ¡a mí me da lo que me da la gana!, y le suelto lo que llevaba pensando mucho tiempo y nunca me había atrevido a decirle para que no me vuelva a decir que soy un paranoico “¡tú me estás poniendo los cuernos!”.

10 marzo 2010

Gordos

... todos llevamos uno dentro.

"Yo estoy gorda pero no soy gorda, odio ser gorda, nunca he sido gorda. Hasta hace 4 meses pesaba 63 kilos y luego empecé a ganar peso.
Un kilo, dos kilos, “tres kilos” ¿Qué son tres kilos?
Otros cinco, cinco kilos, un poco de dieta y ejercicio y se me van.
Seis, siete, ocho, nueve, diez… unas pastillas, una dieta estricta, mucho ejercicio y seguro que se bajan.
Once, doce, trece catorce, quince… un par de semanas a base de silote ¡Infalible!
Dieciséis, diecisiete, dieciocho, diecinueve, veinte “Veinte kilos”.
María Morales, Gordos de Daniel Sanchez Arévalo


08 marzo 2010

ella

¿a cuánto?
ella.
ha vuelto otra vez del mercado, y es que no le gusta, no le gusta nada.... tanta gente, tanto alboroto le da ansiedad, y esa mezcla de olores que no entiende cómo le pueden gustar a la gente, "a los guiris" piensa ella. aunque el que si le gusta es el de la fruta, solo por recuerdos (que ya son bastantes) y es ahí cuando vuelve otra vez a casa, pero a la de las paredes, sino a la de su trabajo, el que tantos años le llevó, el que tenía cajas en el suelo y que acabaron subiendo a estanterías de metal.
"Progreso", pensaba ella. "la casa, el niño y la niña, y él... y las cajas", y la que llega temprano y la que llega después, porque casi todas eran "la", porque había muy pocos "él", aunque eso a ella ya le daba igual, la cuestión es que vinieran y hablaran configurando parte de su existencia, dándole sentido a un trabajo duro.
Nunca se le dió bien la casa, estaba hecha para trabajar, fue educada y curtida en las fuerza de las manos, nos las que pegan, sino las que levantan, las que mueven, las que desarrollan, las que cogen de aquí y de allá, las que ordenan para poner en su sitio cosas y personas, las que intercambian "un algo" por "un dinero", las que teclean un teclado de unos quice dígitos (ella solo se sabía los diez primeros y otros dos más). La casa era un lugar para encontrarse con todos, para acabar dando sentido a todo por lo que ella (y sus manos) se dejaban cada día. Y ese sofá, esa batalla tan pocas veces ganada, entre ella, el niño y la niña, y él.
ella no sabe que existe este día, se lo tienen que recordar, ya se lo recordará el niño por la noche, cuando llame desde fuera, o la niña, que llama más y lo tiene más presente. ella no sabe nada de la historia, ni de todas las mujeres que murieron entonces, ni de las condiciones del trabajo, ni de los salarios más bajos o más incompletos o más lo que sea, ella sabe de lo suyo, de todo lo que ha construído, sabe lo suficiente para seguir luchando en su propia casa, lo suficiente para poder reencontrar mil recuerdos cada vez que se pasa por un mercado, aunque no le gusten, aunque no esté acostumbrada a estar al otro lado.
felicidades mamá, ya te llamo esta noche.
.
.
.
.
.
.

05 marzo 2010

5 / te podría sorprender

jueves 5/3


Te podría sorprender y decirte, bueno... alguna cosilla así medio en serio, sin sonreir y con los ojos clavados y fijos.
Te podría sorprender y decirte que no me duele la barriga, que no creo que sea una persona horrible y que he dejado de masticar yogures.
Te podría sorprender, pero no quiero...
Quiero otras tantas cosas..., deseo tantas...., me acuerdo tánto de tí, tanto, hay veces en las que me haces tanta falta (tanta) que la idea de sorprenderte o no, ya se queda demasiado vaga.
Gracias por todos los regalos, ahora intento utilizarlos.
Me felicito, te felicito.
Ndt