30 julio 2008

te lo agradezco mucho Pili, pero sabes que no te voy a llamar


"Te hiciste feliz de repente, como si no tuvieras otra cosa que hacer en la vida"




hace años me apunté a un gimnasio en Granada. era un gimnasio barato que había cerca de casa, así que la excusa de la vagueza la tenía que dejar en casa también. estaba dispuesto a acabar con mi figura rechoncha que tanto me había acompañado, no había hecho deporte en siglos y ya era hora de cambiar.
cuándo llegué al gimnasio me dieron una tarjeta con mi foto para poder entrar y una tabla de ejercicios, mirando la tabla veía mis progresos y fantaseaba con mi cambio físico. estaba decidido. empecé a hacer algunos ejercicios de la tabla, no parecían muy difíciles, así que empecé a motivarme mucho más. cuándo llegué a la parte de las abdominales había un aparato en el que te sentabas con las piernas hacia arriba y hacías las abdominales, me senté, puse las piernas en plan paritorio e intenté hacer alguna.
a mi lado había un chico más o menos de mi misma edad, con cara y cuerpo de saber de qué iba el tema, así que me decidí a preguntarle, vaya a hacerlo mal y me salgan las abdominales en otra parte del cuerpo dónde no queden bien.
el chico fue simpatico al principio, me ayudó a sentarme y me dijo la forma correcta de hacerlas, que si me sentaba de esta manera trabajaba las de una parte y que si me sentaba de otra, trabajaba las de otra parte, se ve que son celosas (las abdominales) y que hay que dedicarles su tiempo por separado. da igual, yo estaba motivado. hice algunas abdominales para que él viera que las hacía bien, después de hacer tres o cuatro el me paró y me dijo con una tranquilidad espasmosa: "mira, con el cuerpo que tienes, por muchas abdominales que hagas en tu vida, nunca lo vas a cambiar, te vas a quedar con la misma barriga que tienes ahora, hay gente como tú que nace así y se queda así". yo le miré y esbocé un "ahhh, ¿si?". y de pronto todo se hizo inutil a mi lado, inservible, la motivación se estaba comiendo un bocadillo de tortilla de patatas en la puerta con el cigarro medio encendido y mi pensamiento solo se dedicaba a una frase "ahí te levantes un día gordo, gordo, gordo... cabronazo" mientras le sonreía lo más amablemente posible que pude.
no duré mucho en el gimnasio, pagué tres meses por adelantado y creo que fui menos de un mes y medio contando los días, y eso contandolos de una forma exagerada, como que 20 minutos también es un día. me quedé con mi barriga, tampoco estaba tan mal, se disimulaba bastante con las camisetas, solo había que elegir la camiseta correcta.
es que a veces nos dejamos influenciar por las cosas que nos dicen los demás, todos dicen que tenemos que tener confianza en nosotros mismos, pero es que la realidad muchas veces es más fuerte, y ya no tiene nada que ver con gente que no te importe en absoluto, como este "simpático" desconocido que nunca se levantó gordo, gordo, gordo... porque años después seguía en el gimnasio mucho más inflado que entonces, pero no de grasa.
¿tenemos que oir las cosas como son?, ¿nos tenemos que dar cabezazos contra la pared para escuchar la realidad?, ¿tienen que hacernos reaccionar las cosas de golpe?, ¿tenemos que conocer nuestras limitaciones y aceptarlas?...
siempre se me ha dado mal aceptar las cosas, aceptar que el tiempo pasa, que la vida sigue, que la gente cambia, que yo soy como soy, que los demás son como son, que el mundo es cómo es... hay veces en las que me doy cabezazos porque no miro que hay una pared delante, pero otras me levanto con la cabeza chorreando de sangre y aturdido, y me golpeo otra vez como si no sintiera el dolor de la primera o la sangre que ya chorrea por mi cara.